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EL JURAMENTO ETERNO

Cuando los jóvenes de nuestras comunidades andinas llegan a la edad de la atracción y deseo por el otro sexo, de los encantos del amor y sufrimientos del corazón, los malqos (pichones) se convierten en Maqt'as (jóvenes) y se visten con el wara (pantalón corto) para contrapuntear en las labores agrícolas y pecuarias, demostrando habilidades y destrezas en el trabajo; mientras las siphas o P'asñas (adolescentes ) dejan de ser simples kukulinas del campo para convertirse en dulces urpis, doncellas del amanecer de los Andes. 

Faustina y Juan son dos jóvenes de la Comunidad Campesina de Chichina (Ccatcca), que desde pequeños recorrían juntos los campos pastando sus ganados, al son de cantos, bailes y juegos. Faustina es una hermosa niña cuyos padres son muy pobres, mientras que Juan es de una familia rica. Desde niños se amaron y juraron quererse hasta la muerte. 

Un día, Juan le propone matrimonio, pero para ello tendrá que hablar a sus padres para que den su consentimiento. Mucho antes los padres de la joven habían sospechado la relación y advertido a su hija que los padres de Juan son ricos y rechazan a los pobres. 

Cuando Juan comunica a sus padres su deseo de casarse, lo primero que preguntaron fue sobre la posición económica de su novia, sin importarle el amor y cariño que sentía su hijo. Juan se siente lastimado y golpeado en sus sentimientos y no sabe qué hacer. Solo piensa en su bella Faustina, y en aquel juramento de amor. 

A la mañana siguiente Juan se va al lugar de pastoreo a esperar a Faustina, para decirle que deben marcharse a vivir en su estancia por unos días para luego irse juntos a la Selva. En la estancia pasaron varios días y noches y los alimentos que tenían se estaban terminando. Así que Juan decide bajar a su casa. 

Aprovechando la oscuridad de la noche, se introduce en la casa; los perros no ladran ya que saben que es parte de la familia. Cuando llega a la despensa, sus padres escuchan un ruido y alertan a la familia. De inmediato, salen a su encuentro y sin demora todos se abalanzan sobre el sujeto en la oscuridad; fueron duros los golpes con hachas, machetes, palos y fierros. 

El cuerpo inerte está tendido en el suelo y los que le golpearon parados a lado. Uno de ellos trae un mechero y cuando alumbraron al sujeto, grande fue la sorpresa de la familia, al ver a su hijo en el suelo con el cráneo destrozado. Todos estallaron en llanto y desesperación por el error que habían cometido. Faustina en la estancia sola y triste, continúa a la espera de su prometido, mirando siempre hacia la quebrada y el camino muy angustiado e impaciente por el retorno de Juan, mientras que en la casa de Juan todo es llanto y dolor. Al día siguiente los familiares y amigos le velaron y le dieron cristiana sepultura. 

Al tercer día, cuando el sol está en lo más alto del cielo, Juan aparece por la quebrada caminando con dirección a la choza. Con gran alegría Faustina se echa a correr para alcanzarle. Juan lleva puesto como siempre su poncho hasta las rodillas, el sombrero le cubre hasta los ojos y en todo momento oculta su mirada; esta agachado y su voz es ronca. 

Antes de que se abracen, Juan le estira la mano alcanzándole un atado que contiene algunos panes y fruta y le dice : ¡ come lo que puedas y en seguida nos marchamos!. De inmediato se enrumban por el camino con dirección a la Selva. Juan toma la delantera y Faustina, cansada y casi sin fuerzas le sigue, pero el sol está ocultándose tras los cerros. 

Avanzaron muchas leguas y ella quiere sentarse para descansar, pero Juan no le permite. Volteando un cerro alrededor de las diez de la noche, divisan una luz y Faustina se apresura por llegar a la casa, Juan le pide que continuara caminando, pero Faustina logra llegar a la casa y le recibe una señora de edad avanzada, quien por compasión a la joven les da hospedaje. La señora les prepara la cama, pero Juan no quiere entrar a la casa, y ruega que le dejen dormir afuera para no causar molestias. 

Por la mañana, la señora se levanta muy temprano para votar los orines a la calle. Cuando abre la puerta, se encuentra con el cuerpo de Juan al centro de cuatro velas encendidas. La señora apenas tuvo tiempo de hacer tres cruces con la mano y cerrar la puerta. Espantada, le comunica a Faustina diciendo: ¡Hija, hija tu novio no es de esta vida.... tú estás viviendo con un muerto...tu novio es una alma...tienes que salvarte cuanto antes!. Llorando Faustina implora y suplica para que le ayude a salvarse. Entonces, la señora haciendo rezos y oraciones elabora un plan de salvación y le entrega cuatro objetos: una aguja, peine, jabón y un espejo de regular tamaño y le dice : ¡En nombre de nuestro señor Jesucristo tu retornarás a tu casa a toda prisa, pero tu novio te perseguirá; entonces, cada vez que esté por alcanzarte, lanza primero el peine y verás que se convertirá en montañas y cerros, mientras tanto tú sigues corriendo!. 

Así cada cosa que lo entregó tenía la función de obstaculizarle el paso e impedir que Juan la alcance. 

Cuando sale el sol, Juan está sentado junto a la puerta, abrigado con su poncho, con el sombrero siempre hasta los ojos y con la mirada hacia el suelo. La señora, haciendo el ademán de preparar el desayuno, le pide a Juan que le colabore trayéndole agua, para lo cual le entrega un mak'as (vasija de barro) con pequeños agujeros. Juan se dirige al manante para traer el agua; mientras que la señora da las últimas indicaciones a la joven: ¡hija, en este momento tienes que salir corriendo, ya que tu novio tardará en llenar el agua en la vasija que le di!. Efectivamente Juan luchaba en el manante por llenar el agua en el mak'as agujereado, y Faustina se encontraba ya muy lejos. 

Pero su instinto infernal le hace sospechar sobre el engaño y, regresa a la casa donde no encuentra a nadie. Esto le hace estallar de rabia y, gritando con voz de ultratumba, inicia la persecución de su amada. La velocidad diabólica se impone a la benigna, pero cada vez que se acerca a Faustina, ella lanza los objetos uno por uno hacia atrás. El jabón se convierte en una vasta pampa de lodo resbaloso y Juan reclama, gritando: ¡Faustina, juntos juramos querernos hasta la muerte! ¿Por qué me haces esto?, La aguja se convierte en un cerco de espinas y el espejo en una laguna gigantesca. Juan pasa todo los obstáculos, Faustina, cansada y casi sin fuerzas, sigue corriendo hasta llegar a la iglesia de su pueblo para ubicarse detrás de la imagen del señor de Qoyllur Rit'i. 

Juan intenta ingresar a la iglesia a la fuerza, pero una luz brillosa cubre la puerta haciendo que la muerte retroceda, llorando y quejándose sobre el juramento de amor que se habían hecho, Juan sube al carro de fuego con dirección al Ausangate. De esta manera, Faustina se salvó gracias al poder de Dios.

1 comentario :

  1. JEJEE CASI ME ANIMO A CASARME CON UNA DE TUS PLEITESIAS A TU ADORADA QUIQUIJANA, A BUEN TIEMPO RECAPITULE LAS HISTORIAS DE DONDE VENGO, ASI DESIDI CONTINUAR CON AQUELLO QUE YA VIVI Y NO DEBO SOSLAYAR EN LOS VIEJOS LIBROS DEL RECUERDO DE MI ADORADO CEREBRO, QUE AUN GUARDA CON RECELO LO QUE REALEMTE DEBO VALORAR, SIN EMBARGO DEBO EXPRESAR QUE TU DEDICACION ES EXTRAORDINARIA FELICIDADES, ABRAZOS BUEN DIA

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